Pájaros a punto de volar

Pájaros a punto de volar
"[...]ardiente, impaciente, cautiva sólo de sí misma, ella era un pájaro a punto de volar" (Patricia Highsmith)

Diario (crónica de un día fatal)



1. El trámite

Hoy no es mi día. La vida sigue burlándose de mí, pero hoy simplemente no tengo la fuerza y las ganas para reír, al menos no de mí. Salgo de las oficinas con lágrimas en los ojos, estoy molesta, no me duele tanto el fracaso en el trámite "burocrático" como las horas desperdiciadas a la espera por realizarlo o las expectativas y los planes que me había hecho al respecto de lo que su éxito me garantizaba. Lloro de impotencia. Compro un cigarro, lo enciendo, lo fumo mientras lloro, en silencio. Entro a la biblioteca y me siento para tomar aire y escribir. Escribo unas cuantas líneas y me levanto dispuesta a regresar a casa, todo lo que quiero es llegar a casa: tirarme debajo de las cobijas y lloriquear mi frustración un rato. Escribo:

"He vuelto a fumar, lo atribuyo al decaimiento de mi ánimo, hasta ahora todos mis intentos por reintegrarme al mundo han fracasado, he fracasado, me duele, no dejo de pensar que he errado el camino por aferrame a un sueño que me cierra todas las puertas, es inútil, ya no quiero soñar, no quiero crearme ilusiones ni expectativas.

Soy como una boxeadora que flaqueada por los golpes de su artero rival se tambalea en el ring a la espera del golpe final, y que aunque su cuerpo le dice que no lo resistirá, su espíritu se aferra, la fortalece, y le dice “sí, sopórtalo, es sólo, tan sólo un golpe más; me tambaleo, respiro, y espero…"

;me levanto, respiro, y sigo ¡qué más da!

2. El encuentro

Si eligiera cualquier parte del mundo para huirle, no me sorprendería que hasta en ese rincón infinito lo encontrara por casualidad. A veces pienso que es una maldición, otras no tanto, siendo habitantes del mismo mundo y de la misma ciudad. En realidad las ocurridas han sido pocas coincidencias para tanto tiempo. Porque para mí eso ha sido: mucho tiempo. Hace días comparé mi sensación con respecto a él con uno de los putos de conflicto principales en la película de Inception: el hombre no puede ver la cara de sus hijos, el sueño se repite una y otra vez, su último deseo es verla. Yo, entre imaginarios y sueños, deseaba verle a la cara, a los ojos, porque lo que de él me quedaba, el recuerdo, la silueta se me aparecía sin rostro, su imagen era, al final, la de una nuca que huía, de espaldas. Esta coincidencia estaba, entonces, predestinada a ser distinta, fue distinta. Por fin, después de meses, lo miré a los ojos. Aún me teme. Pero ya no me importa.

3. Las máscaras

La gente puede cambiar en segundos: desenfundarte una sonrisa, echar una mirada de cariño y después negar que existes. Es un mecanismo de protección y de ataque. ¡Qué estupidez es eso de los secretos a voces!