Ojos, sólo párpados. Boca, sólo labios; piel, piel…, nervios insensibles, sábana de hielo; pecho, pulmones vacíos, respiradero amordazado; manos, par de extremidades, jornaleros generosos; sexo, paraíso abandonado, el principio de la vida; pies, lanzas, columnas derrotadas. El cuerpo, su cuerpo, un hueco…
Crack, la cerradura, la puerta abierta: [ ]. Afuera, un simple paso, adentro. En el vacío habitado, la dulzura fraternal de un abrazo.
— ¿Cuándo?
— Hoy, en la tarde
— ¿A qué hora?
— Como a las 5
— ¿De qué?
— Cáncer
— ¿De verdad?
— Sí
— ¿Desde cuándo?
— Sólo él…
— ¿Sólo él?
— Sí, nadie más.
— ¿Por qué?
Hombros al aire. Sed.
— Algo suyo, un secreto. Sólo él.
— Ah, ojalá…
— Sí, ojalá…, yo también
Olor a café negro. Negro cabello, pupilas negras, vestido negro; el alma, negra, entre el vestigio fatal del tiempo.
— Santa Virgen de las Vírgenes
— ¿Y tú?
— Madre de Cristo
— Jodida…
— Virgen fiel
— ¿Y los demás?
— Espejo de justicia
— ¿Quiénes? ¡A la mierda!
— Trono de la sabiduría
— ¿Qué…?
— Causa de nuestra alegría
— ¿Aquí, ya para qué? Un mes más y yo también a la chingada…
— Vaso espiritual
— ¿Por qué?
— Vaso digno de honor
— ¿Cómo que por qué?
— Vaso de insigne devoción
— ¿Y a dónde o qué?
— Rosa mística
— A la chingada, así, sin más…
— Torre de David
— ¿Y con qué dinero?
— Torre de marfil
— Con el del seguro…
— Casa de oro
— ¿Café?
— Arca de la Alianza
— Hmmm. Sí, gracias
— Puerta del cielo
— No, yo no
— Estrella de la mañana
— ¿Y tus hermanos?
— Salud de los enfermos
— Buen punto. Allá ellos…
— Refugio de los pecadores
— ¿Qué, y la casa, la escuela, el trabajo?
— Consoladora de los afligidos
— ¡Pura mierda!
— ¿Así, nada más?
— Sí, así…
— Auxilio de los cristianos…
— ¿Y ella…?
— Reina de los Ángeles…
— ¿Ella? Por ella, quizá después…, al mal paso…
— ¡Shhhh!
Los silencios del mundo en añicos de cristal cortado por la noche. Rezos. La flama: cera, gotas…, cirios. Aromas: café, gardenias, rosas blancas. La abuela, su rebozo, el llanto de la abuela, su árido canto. Estrellas de flama, flamantes estrellas, simples puntos luminosos sin camino, ahora ya, sin sentido. El gran pedestal de caoba, el ataúd quieto, mi padre, ahí dentro. Padre nuestro. El muerto más hermoso. Tu voluntad en la tierra como en el cielo. Gente extraña. Furtivas miradas. Ofensas. Luego, pañuelos a los ojos, estelas fugaces, ráfagas de viento. Tentación. Sollozos. Mi cabeza triste y su dolor, a la garganta, dos pastillas; sin aliento, la madrugada. La vida y la muerte en dos rápidas escalas. Mal. Amén.
4 horas.
—Gracias…
Adentro, una puerta, un paso, afuera, crack, cerrada.
Tic, tac, tic tac, tictac, cerca, aún más cerca. Frente a frente. Un cristal, espejo de mi rostro. Mi rostro. Un gesto duro, ojos sin ojos, boca suturada, algodón en las fosas nasales, camisa a cuadros, jeans, un Cristo en las manos, las manos unidas, las manos en el pecho, su pecho……………., una mirada fija, lágrimas, trac, trac, trac trac, trac trac, trac, trac…
— Padre: ¿Y nuestro reino, y nuestra vida, en dónde? ¿Por qué?
