El verano ha dejado de ser la fiesta que se auguraba en los viejos tiempos, aquellos en los que el idilio estudiantil interrumpía su ritmo para entregarnos a los brazos del ocio y la dejadez. El verano se ha anunciado este año como una sombra de lluvia, un encharcamiento del alma. Mis amigos ya no hablan de vacaciones, hablan de sus preocupaciones que crecen a diario, la juventud se nos escapa, desesperamos. Pienso en los viejos tiempos. Y no queda nada de ellos. Un deseo, apenas. Los días transcurren en el trabajo. El trabajo se automatiza. El romance no importa. Este verano, si algo importa es sobrevivir.
Pájaros a punto de volar
domingo, 24 de julio de 2011
viernes, 22 de julio de 2011
lunes, 11 de julio de 2011
Adiós
Hace días comencé la mudanza. Empaqué en silencio viejas cosas. Tuve que doblarlas, destruirlas para hacerles lugar en la bolsa de plástico. Les auguré un paraíso, eso merecían. Viejas cosas que habían pasado de sus manos blancas a mis manos, habían estado aquí en la casa por años. También empaqué fotografías de cuando fuimos felices. Las miré con desgana y las eché a la maleta, también libros, los hice pedazos para que ocuparan menos espacio. Unas cosas sobre otras. Hice y empaqué de todo, pensando en nada, llorando un poco. Comencé la mudanza hace días, sin terminarla, y ha sido la lluvia quien hoy ha elegido qué hace falta echar en las maletas que llevaré pronto a la casa del olvido.
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