HISTORIA DE MI VIDA EN FRAGMENTOS
I
Arrastré a mi nana o su cadáver, aún vivo, en una silla de ruedas por la calle, sus huesos me pesaban como un mausoleo de rocas colosales, yo le decía que quizá el sol pudiera curarle, yo no sabía que ella tenía ya un sol en la sangre; miré a lo que alguna vez fue mi sombra, un perro comido por el cáncer, mirarme de forma inquisidora, mientras lo colocaban en una plancha para suministrarle un par de inyecciones letales —no le sostuve el cuerpo pero sí la mirada—. He visto al viejo, sabio, ermitaño que, en más de una ocasión me hecho quebrarme, llorar su soledad por las tardes; clamar en silencio a quien no viene a buscarle —¿quién busca a quien en este juego interminable?—.
[22VIII11]