"[...]ardiente, impaciente, cautiva sólo de sí misma, ella era un pájaro a punto de volar" (Patricia Highsmith)
miércoles, 17 de agosto de 2011
Reciclando escritos: Jaula de cristal, Fragmento
Para los padres y para los otros, no importa quienes sean, es fácil decir lo que uno tiene que hacer (a veces somos nosotros mismos ese alguien a quien se le hace fácil decir al otro qué hacer). Y es que existe en el ser humano una confiada facilidad para decir cosas, por falsas, dolorosas, inciertas, e incluso incómodas, que estas sean. A todos nos gusta hablar, a todos nos gusta decir. Contar más que escuchar. Opinar más que callar. Es como si diéramos por entendido que cuando los otros se acercan a contarnos sus historias nos otorgaran a ese tiempo la licencia –porque para hablar debería existir una- para opinar o juzgar. Y no es así. Hablamos por necesidad, por desesperación, y contestamos, opinamos y juzgamos por soberbia. El que habla y cuenta es un necesitado, un desesperado que precisa escucharse a sí mismo, pero es incapaz de ello y, así, va y busca un ser –vivo o no- ante el cual desdoblarse. Es por eso que, para ir quitándole gradualmente la licencia que él mismo se había otorgado, contaba pocas cosas a mi padre: las fundamentales; pero de alguna u otra forma él se enteraba y opinaba y juzgaba. Ésa era la razón de nuestras discusiones.
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