Pájaros a punto de volar

Pájaros a punto de volar
"[...]ardiente, impaciente, cautiva sólo de sí misma, ella era un pájaro a punto de volar" (Patricia Highsmith)

martes, 26 de octubre de 2010

ANTIPOEMAS CASUALES (O DE LAS CASUALIDADES ANTIPOÉTICAS)


Anagnórisis

A un exhumano,
que se convirtió en “Doctor”

Sé dónde me encuentro
porque sé dónde te encuentras.
Sé que no estás desnudo y que no estás dormido,
y que no ríes para alegrarle la vida a la tristeza,
y que no lloras sobre la soledad
matándola de hambre.
Sé que alucinas y hablas en voz alta,
y que si abres las piernas es para apoyarte, y no pisar a las hormigas,
sé que el reloj que pende de tu muñeca izquierda te persigue,
y que personal jesus es la canción que has recordado para siempre
(que las manos te tiemblan y pretendes,
sentado a la derecha del padre,
que alguien crea en el disfraz absurdo
con que vistes tus ideas. Sé que escribes
y que tu belleza (inexistente) anula tu inteligencia,
y que has puesto sobre tu nombre, por si a alguien no le consta,
una frívola corona que con títulos lo adorna, y también
que gracias a esa causa están las luces apagadas
en el estrecho callejón de tu mirada.
Y que no me miras, y que si me miras me ves como a un fantasma,
y que tampoco ya me piensas —tal como pensaba—).
Sé todo de ti —por ahora—.
Detenida en una tertulia literaria de la plaza luminosa,
llena de palabras,
algo dentro (de mí) se deja asesinar;
aquí, en la calle abierta, todo es un camino
con flechas que me indican la salida.

15 de octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

1. La llegada


Cuando esto haya pasado todos me preguntarán cómo fue que llegué a esta casa, qué es lo que vi, qué fue lo que le escuché de viva voz, cuántas horas pasé a su lado, cómo es que escribía y porqué escribía, cuáles eran sus razones, me pedirán que se los cuente todo: cómo era, quién era él en realidad. Me lo preguntará la gente y lo hará también la página en blanco, estoy segura, presiento que mi estancia aquí es desde hoy un deber ser contado.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Tiempo pasado


Rompió las cartas, los poemas, las notas, los escritos; los boletos viejos del cine, las cuentas, los recibos: todos aquellos papeles que le hacían más fácil recordar el tiempo pasado con Julián. Las cajas de galletas en que solía guardarlos se quedaron vacías, Lulú las metió junto a los pedazos de papel revueltos en una bolsa de basura y la echó al patio, convencida de que ése era el primer paso para olvidarlo.

Se le había hecho costumbre abrir a diario las cajas que conservaban tenazmente el olor a azúcar; sacar los papeles, releerlos y reacomodarlos por fechas: desde el día en que lo conoció hasta el que dejó de verlo. Todo cuanto le había sido posible lo había almacenado y registrado como si su amor hubiese sido un negocio que necesitaba ser administrado.

El dolor se le anudaba en el pecho, estallando y disolviéndose en hormigueos: había destruido parte de recuerdos. Al principio pensó en quemarlos pero no pudo —porque el fuego es siempre una herramienta salvaje, intemperante, súbita: sin control—, así que sólo los destrozó procurando que en los pedazos que dejaba no se pudiera reconocer después una frase o reconstruir alguna fecha.

Habiendo terminado, se tiró en la cama y al ver el hueco de su memoria en los libreros, como el mensaje que enviado en una botella ha sobrevivido a un largo naufragio, turbio y entorpecedor, su mente recuperó de entre su oleaje interior aquello que tras haber hecho por primera vez el amor Julián le escribió: …guardar «las cosas» en la cabeza, o en donde nos quepan, en el corazón —si es que tenemos…—.

La importancia de escribirlo todo, de guardarlo todo, radicaba en esas palabras: así fue como empezó guardando unas cosas en el corazón y en la cabeza, y otras tantas en esas cajas y esos papeles que seguramente hacen ya, inservibles y hechos pedazos, en algún basurero de la ciudad.

sábado, 16 de octubre de 2010

J.E.E

En épocas de hastío todo lo que había que hacer era salir a la calle. Buscar una casualidad, y casi siempre pasaba: encontrarse con hombres olvidados, en las peores situaciones. Las más extrañas, las más simples: las más.

Cuando el hastío invade todo lo que uno tiene que hacer es tan sólo, y solo, salir a la calle

jueves, 14 de octubre de 2010

Octubre

...comenzó a pasar el tiempo, y yo comencé a confiar en su memoria, más que en la mía que era joven y supuestamente menos propensa al olvido. Dejó de ser extraño asistir a aquella casa en donde todo eran libros, donde los libros eran como una gran masa uniforme, de la que era casi imposible escindir un sólo fragmento; el monstruo atacaba con partículas de polvo, me alejaba de sus fauces a las que atendía en un principio entusiasmada. Empezaron a haber silencios, pensamientos callados, largas horas: solitarias horas, fuimos siendo dos soledades y un sol de edades cautivas en un solitario aislamiento del que nosostros, sólo nosotros, éramos callados testigos...