Con sangre de niebla se vestirá
el horizonte
y en la cúpula celeste la señal
verás,
a lo lejos venir las huestes,
irguiendo espadas, tropas
de seres sedientos de gloria,
ansiosos de ofrendarte a Muerte.
¡Y ni con el fuego que emana
de tu boca podrás defenderte!
I
Uno a uno te atravesarán:
garganta, pecho y vientre.
Morirás vencida al olvido,
olvidada por y para siempre.
Tu cabeza ha de rodar
sin detenerse, arrojada
al caudaloso río en que nadie
se baña dos veces.
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