Presente
I
Su beso es una gargantilla. Con temor aparta de tu nuca el ondeante y tenebroso de mar de tu cabello. Posa, sujeta la alhaja a tu frágil cuello. No importa si no son perlas ni diamantes, sientes el mismo cosquilleo causado por el frío contacto, la sutil gravedad que el de un manojo de finas piedras hiladas sólo para adornar, enmarcar la profunda anchura y la alta delgadez de tu garganta.
Sonríes. Se recuesta sobre ti, sus ojos de espejo, su piel de cristal, lúbrica y transparente, impenetrable se aferra a tu piel, tus senos chocan contra la alfombra, su miembro indefenso roza dulcemente tus nalgas, las filas de negras hormigas en el montículo hormiguero de tu sexo comienzan, hormigueando, una nueva jornada.
Él es el reloj de un nuevo tiempo, el péndulo oscilando a un compás uniforme: tictac, tictac, tictac: el embate a espada desenvainada entre los átomos suspendidos del aire y los sólidos afanes del presente y el pasado sucediéndose, balanceándose, comenzando una rítmica y eterna danza.
Te besa, se recuesta y fluctúa.
Él es todo. Y tú el enérgico Atlas que soporta amorosamente el peso del mundo, entero, sobre su espalda.
I
Su beso es una gargantilla. Con temor aparta de tu nuca el ondeante y tenebroso de mar de tu cabello. Posa, sujeta la alhaja a tu frágil cuello. No importa si no son perlas ni diamantes, sientes el mismo cosquilleo causado por el frío contacto, la sutil gravedad que el de un manojo de finas piedras hiladas sólo para adornar, enmarcar la profunda anchura y la alta delgadez de tu garganta.
Sonríes. Se recuesta sobre ti, sus ojos de espejo, su piel de cristal, lúbrica y transparente, impenetrable se aferra a tu piel, tus senos chocan contra la alfombra, su miembro indefenso roza dulcemente tus nalgas, las filas de negras hormigas en el montículo hormiguero de tu sexo comienzan, hormigueando, una nueva jornada.
Él es el reloj de un nuevo tiempo, el péndulo oscilando a un compás uniforme: tictac, tictac, tictac: el embate a espada desenvainada entre los átomos suspendidos del aire y los sólidos afanes del presente y el pasado sucediéndose, balanceándose, comenzando una rítmica y eterna danza.
Te besa, se recuesta y fluctúa.
Él es todo. Y tú el enérgico Atlas que soporta amorosamente el peso del mundo, entero, sobre su espalda.
Te voy a decir con absoluta sinceridad lo que pienso... eres muy buena
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! Por acá nos estamos "siguiendo".
ResponderEliminarY un placer que te hayas tomado la molestia de leerme.
Un saludo y un abrazo fuerte.
P.